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Seguramente en alguna ocasión habrás percibido que un sonido puede pasar de molesto a doloroso en cuestión de segundos, esto tiene lugar porque se ha rebasado el umbral del dolor del sonido. Ahora bien, exactamente qué es y por qué nos genera dolor. A continuación, te explicamos todo lo que debes saber. ¡Sigue leyendo!
El umbral del dolor del sonido es un término que se utiliza para describir el proceso en el cual los oídos dejan de oír un sonido y se convierte en dolor. Cuando se habla del umbral, se hace mención al límite de decibeles máximos que pueden oír las personas antes de que se convierta en dolor, y la media suele situarse entre los 120 y 130 decibeles (dB). Ahora bien, exactamente al hablar de un sonido, umbral del dolor y el proceso, ¿qué es exactamente lo que sucede para que nos duela?
Hay que tener en cuenta que cuando el sonido alcanza niveles cercanos o superiores a los 130 decibelios, la experiencia auditiva deja de ser solo sonora para convertirse en algo físico. A ese nivel de presión sonora, el tímpano y otras estructuras del oído interno comienzan a sufrir una tensión extrema. El sonido se percibe casi como un impacto invisible, una sensación dolorosa que va más allá de lo auditivo. Esta intensidad pone en serio peligro a las células ciliadas, unas diminutas estructuras del oído interno responsables de convertir las vibraciones en señales eléctricas que el cerebro interpreta como sonido. Hay que tener en cuenta, así mismo, que estas células, fundamentales para nuestra audición, no se regeneran, y una exposición prolongada a niveles tan altos puede dañarlas irreversiblemente, provocando pérdida auditiva permanente.
El oído humano no está diseñado para soportar una presión sonora tan intensa de forma sostenida. Por eso, proteger nuestros oídos ante entornos ruidosos no es solo recomendable, sino esencial para preservar nuestra salud auditiva a largo plazo.
Escuchar música a volúmenes muy altos puede parecer inofensivo o incluso placentero, especialmente cuando se busca una experiencia intensa y envolvente. Sin embargo, los efectos de esta práctica sobre la salud auditiva pueden ser graves y, en muchos casos, irreversibles. Cuando el nivel de presión sonora supera los 85 decibelios (dB), la exposición prolongada comienza a representar un riesgo para las delicadas estructuras del oído interno. Si se superan los 120 dB, el sonido no solo se oye, sino que se siente físicamente como una presión o molestia en los oídos, como indicábamos, y al llegar a los 130 dB o más, se alcanza el mencionado umbral del dolor, que resulta potencialmente dañino. Este nivel puede producirse en entornos como conciertos con amplificación excesiva, auriculares a volumen máximo o la cercanía a fuegos artificiales o explosiones.
Entre las consecuencias más comunes se encuentran la hipoacusia (pérdida auditiva parcial), el tinnitus (zumbido constante en los oídos) y una mayor sensibilidad al sonido. Además, escuchar música muy alta de forma regular puede alterar la percepción espacial del sonido y dificultar la comprensión del habla en entornos ruidosos. Por ello, es fundamental adoptar hábitos de escucha responsables, especialmente al utilizar auriculares. Limitar el volumen, hacer pausas y evitar entornos con niveles extremos de ruido son medidas esenciales para preservar la audición y evitar daños a largo plazo que pueden afectar gravemente la calidad de vida.
También puedes optar por cambiar tus viejos auriculares por unos auriculares Hi-Fi de calidad que te permitan disfrutar de tus canciones preferidas y de una experiencia sonora sana, sin necesidad de subir el volumen hasta límites perjudiciales para tu salud auditiva. Unos auriculares de calidad pueden ayudarte a disfrutar de la experiencia envolvente que deseas, incluso, con aislamiento del ruido exterior, para que puedas concentrarte en tu música sin problemas.
Ejemplos como explosiones, petardos o incluso ciertos conciertos con sonido excesivamente amplificado pueden superar fácilmente este umbral, causando un daño instantáneo. Y es que nuestros oídos tienen una capacidad limitada de resistencia, y al sobrepasarla, se colapsan. Otro ejemplo de dolor en el oído por sonido fuerte es el del despegue de un avión a una distancia de hasta 30 metros, ya que el sonido de los motores de reacción, que expulsan aire a gran velocidad para crear el empuje, genera vibraciones extremadamente fuertes que pueden llegar a los 130 decibeles. Aunque no es común encontrar este nivel de ruido en la vida diaria, hay situaciones cotidianas o puntuales en las que podemos acercarnos peligrosamente a él sin darnos cuenta.
Por ejemplo, herramientas como sierras eléctricas industriales, martillos neumáticos o taladros de obra pueden generar niveles superiores a los 120 dB, especialmente si estamos cerca y sin protección auditiva. Otro caso es el uso de sistemas de sonido doméstico de alta potencia en espacios cerrados, como home cinemas o fiestas privadas, donde el volumen puede rebasar los límites seguros sin que el usuario lo perciba. También, en algunos eventos deportivos o celebraciones multitudinarias (estadios llenos, fuegos artificiales, sistemas de megafonía descontrolados), los picos de sonido pueden alcanzar niveles muy próximos al umbral del dolor. Incluso ciertas sirenas de emergencia (ambulancias, alarmas industriales o de bancos) pueden superar los 130 dB si nos encontramos demasiado cerca. En definitiva, aunque no siempre los notemos como dolorosos, los ruidos fuertes representan un riesgo real para nuestra audición.